¿Sabías que varias de las playas de República Dominicana están catalogadas entre las mejores para hacer surf en toda América?
Debo confesar que tomar clases de Surf, nunca estuvo entre mis planes. Pero en mi viaje a Dominicana, conocí a Paty (de Worldwide Travel), una española a todo dar y amante del surf. Fue ella quién nos puso en contacto con la gente de Macao Surf Camp.
«Las personas son lo que sus circunstancias hacen de ellas en cada momento»
El precio por una lección en grupo ronda los 95.00 dólares, aunque nosotras recibimos un descuento.
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¿Tenía miedo?
Por supuesto, y moría de la ansiedad. Principalmente porque le temo al Océano y esto me lo hacía un poco más díficil que a los demás.
Estaba entre querer y temerle. De pronto, sin darme cuenta, ya estaba en fila esperando un t-shirt de la academia.
Fue realmente una pequeña locura y sin lugar a dudas para nada me arrepiento de ella. Di hasta dónde pude y cuando simplemente me cansé de intentarlo (por que simplemente ya cumplí mi cuota con el óceano), entonces desistí.
Primero lo primero
No crean que vas a pagar y de una vez te tiran al agua. Primero te dan unos 20 minutos de teoría en la arena. Con tu tabla (la cual debe ser acorde a tu tamaño y tu peso), te enseñan el impulso que necesitas y la forma correcta de pararte sobre ella. Todo esto, a parte de las medidas de seguridad de como protegerte en caso de cualquier incidente.
Es increíble como los surfistas tienen hasta una manera especifica de agarrar la tabla en el agua para que la ola al golpear no la maltrate.
Una vez en el agua, te ponen un surfista de apoyo -¿ó socorrista?, no estoy segura- . Recuerdo que el mío se llamaba Michael y fue de gran ayuda y apoyo moral.
Sobre la marcha, Michael me fue dando consejos útiles para lograr subirme a la ola y cada vez que hacía algo mal, me recordaba las medidas de seguridad y el procedimiento a seguir.
Sinceramente, una vez que le agarras el tricky (y pierdes el miedo), se hace un poco más llevadero el asunto, pero la verdad, yo nunca lo agarré ni tampoco le perdí el miedo al océano.